martes, 26 de diciembre de 2017

Mi Carmen



Mi Carmen
        La vida es una sucesión de instantes, de pequeñas decisiones que tomamos inconscientemente y que van determinando nuestro camino, mientras vivimos preocupados por lo cotidiano sin valorar lo que poseemos hasta haberlo perdido, no lo superfluo o lo material sino bienes tan preciados como la familia, los amigos, la salud o la vida.

El día que a Javier lo arrastra el mar y está a punto de morir ahogado, salió de madrugada a faenar con su hermano mayor y su padre en busca del sustento familiar. En el puerto quedó preocupada la madre, observando el barco alejándose con lo más querido que tiene en este mundo.

Javier tiene diecisiete años. Los fines de semana suelen dejarle en casa para que estudie, esperan que saque una carrera y no tenga que dedicarse a la pesca como su hermano, que abandonó el colegio a los catorce. El mar no es futuro para un muchacho, le ha dicho su padre mil veces. Hace unos días comenzaron las vacaciones de Navidad en el Instituto y es éste su tercer amanecer a veinte millas de tierra firme, rodeados de agua a bordo de “Mi Carmen”, el viejo pesquero de madera que su padre heredó del abuelo y que viene soportando los últimos tumbos antes de morir en el desguace.

Cae la tarde y el tiempo ha ido empeorando, la lluvia fría cae con fuerza. Ahora están recogiendo las redes con la proa apuntando a  la costa, la captura no ha sido buena, más bien escasa, apenas unos kilos de gambas que se pagan bien por estas fechas. El viento levanta grandes olas por encima de la embarcación y un golpe de mar arrastra a Javier al agua ante la mirada atónita de su hermano. Las olas le zarandean sin descanso, le voltean bajo la superficie hasta que pierde la orientación, dónde es arriba, dónde abajo. Exhausto, lucha desesperadamente por salir a respirar y cuando está a punto de abandonar y rendirse a lo inevitable, le aparece el recuerdo de su madre con la mirada preocupada despidiéndose esa mañana en el puerto, cuánto le hubiese gustado acabar el bachillerato, piensa en las postales que recibió de Míriam el pasado verano, ya no podrá despedirse de su padre, de su hermano… y le invade una profunda tristeza.


El tiempo parece haberse detenido, cuando siente que tiran de él hasta que consiguen salir, ya sin fuerzas, a la superficie. Está diluviando, la mar encrespada y el barco a unos metros acercándose, con su padre inclinado sobre la borda gritándoles para que se agarren al cabo que les ha lanzado. Cuando logran ponerse a salvo tiritan muertos de frío él y su hermano. En la cabina intentan entrar en calor cambiándose la ropa empapada y tomando un buen trago de brandy.

Maneja el barco el padre ceñudo durante todo el trayecto de vuelta, sobran las palabras, el mar no tiene futuro, aprovecha los estudios y vete del pueblo, aquí está todo el pescado vendido, se lo ha dicho mil veces. Sentado en un rincón, Javier no levanta la vista de sus manos agrietadas y llenas de ampollas.

Cuando entran por la bocana del puerto está pensando en su madre, en el tiempo que lleva sin darle un beso, recuerda a los amigos, a los profesores, ahora tiene claro que estudiará idiomas cuando acabe el Instituto. Y hay una idea en su cabeza que no ha dejado de darle vueltas desde que volvió a nacer, cuando regrese de estas vacaciones le gustaría tanto hablar con Míriam.

La vida, es un momento.


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